miércoles, 22 de junio de 2011

Orígenes del Corpus Christi

Orígenes del Corpus Christi

relación con una serie de visiones y revelaciones de una mujer piadosa, la beata Juliana de Mont-Cornillon en un clima de especial devoción sacramental. Al poco tiempo fue extendida a toda la Iglesia occidental por el Papa Urbano IV en 1264, teniendo como finalidad proclamar la fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Presencia permanente y substancial más allá de la celebración de la Misa y que es digna de ser adorada en la exposición solemne y en las procesiones con el Santísimo Sacramento que entonces comenzaron a celebrarse y que han llegado a ser verdaderos monumentos de la piedad católica. Ocurre, como en la solemnidad de la Trinidad, que lo que se celebra todos los días tiene una ocasión exclusiva para profundizar en lo que se hace con otros motivos. Este es el día de la eucaristía en sí misma, ocasión para creer y adorar, pero también para conocer mejor la riqueza de este misterio a partir de las oraciones y de los textos bíblicos asignados en los tres ciclos de las lecturas. 
El Espíritu Santo después del dogma de la Trinidad nos recuerda el de la Encarnación, haciéndonos festejar con la Iglesia al Sacramento por excelencia, que, sintetizando la vida toda del Salvador, tributa a Dios gloria infinita, y aplica a las almas, en todos los tiempos, los frutos extraordinarios de la Redención. Si Jesucristo en la cruz nos salvó, al instituir la Eucaristía la víspera de su muerte, quiso en ella dejarnos un vivo recuerdo de la Pasión. El altar viene siendo como la prolongación del Calvario, y la misa anuncia la muerte del Señor. Porque en efecto, allí está Jesús como una víctima, pues las palabras de la doble consagración nos dicen que primero se convierte el pan en Cuerpo de Cristo, y luego el vino en Su Sangre, de manera que, ofrece a su Padre, en unión con sus sacerdotes, la sangre vertida y el cuerpo clavado en la Cruz. 


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